A sus 52 años, sigue en forma. De lo contrario, no soportaría tanto ajetreo. Empresario, agente de futbolistas junto a su ex compañero Jiménez y seleccionador nacional de fútbol playa de éxito. Su teléfono echa humo. No para de sonar. Otro tanto ocurre con su agenda. El nombre del ex sportinguista Joaquín Alonso merece muchas notas al pie de página. Ahora es campeón de Europa de una especialidad que, como si de un valor bursátil se tratase, cotiza al alza.
Joaquín comenzó a jugar al fútbol playa hace doce años. Una llamada de su amigo, ex futbolista como él y ahora técnico, Lobo Carrasco lo desencadenó todo. Contestó que sí y, poco después, debutaba sobre la arena de la playa alicantina de San Juan en 1996. «Un año después volvimos a jugar en Miami. Entró Jiménez y Quique Setién y después ya vinieron veteranos como Míchel, Emilio Butragueño, Julio Salinas...», recuerda el ex centrocampista asturiano, que, después de seis años pateando en la arena, terminó por dar el salto al banquillo. De eso hace ya otros seis años.
«¿Envidia? Yo estoy más tranquilo desde fuera como entrenador, sobre todo conociendo el trabajo que necesitan para mejorar, la dureza de los entrenamientos, las condiciones de la arena, los contrarios....», apunta Joaquín, que, tras colgar las botas, ha convertido una mera afición en una auténtica profesión. «Es un deporte muy dinámico, con muchas alternativas en el marcador y que engancha al que lo ve, sobre todo en directo».
La suerte le es esquiva a la 'roja' en la cita del Mundial, pero no así en la continental, donde acumula varios títulos. El último, el pasado mes de septiembre en la ciudad de Bakú, la capital de la remota Azerbaiyán. «¿Playa? Sí que tiene -risas-. El único problema es que está muy lejos. Tienes que ir a Moscú, unas cinco horas desde Madrid, y, desde la capital rusa, otras tres horas», apunta el seleccionador, que dirigió a sus hombres hasta lo más alto del podio. «Es un país en expansión gracias al petróleo y al gas, aunque aún tienen mucho por hacer. Aunque, curiosamente, nuestro hotel, que estaba al lado del aeropuerto, fue uno de los mejores por los que hemos pasado este año», apunta a continuación.
España ganó y convenció. Dejó en la cuneta a Italia en semifinales y, acto seguido, a una gran Suiza. Después, allí, en el escenario establecido por la Federación -un campo que mide 28x36 metros y con, al menos, cuarenta centímetros de arena seca-, cualquier previsión se vino abajo ante la euforia de los españoles, que saltaron, cantaron... «Estoy muy contento porque hemos hecho un buen grupo, con gente especialista en el fútbol playa. Además cuento con dos grandísimos jugadores (Nico y Amarelle) que son la base y que hacen a los demás mejorar», reconoce el agente de futbolistas.
Casi profesionales
Como todo deporte que comenzaba a aflorar, el fútbol playa se dio a conocer de la mano de jugadores veteranos como el propio Joaquín, Míchel, Butragueño y Julio Salinas, entre otros muchos. Pero en 1997 apareció un joven futbolista de 19 años, Amarelle, que deslumbró a todos, abrió una brecha y marcó un antes y un después en un deporte incipiente. «Ahora, te encuentras con verdaderos especialistas adaptados al medio. Todos los equipos están creciendo tanto física como técnicamente. Antes, los rivales a los que nos enfrentábamos eran ex jugadores como nosotros. Ahora, tengo futbolistas en la selección que prácticamente se dedican a esto, que son profesionales»,
De hecho, seis de seis campeones de Europa juegan en Italia, en una liga fuerte y con un seguimiento importante. «Nico, Amarelle, Roberto y Juanma lo hacen en el Milan, que el año pasado ganó la Liga y la Copa, y dos hermanos gemelos han iniciado su aventura en Roma», señala Joaquín, con dos citas ya en su mente. La más inmediata, en Sudáfrica (9 al 15 de diciembre) y, ya en 2009, la clasificación para el próximo Mundial.
